Una discusión del artículo del New York Times, «La asociación: la historia secreta de la guerra en Ucrania”.
Por Dan La Botz, Stephen R. Shalom//
3 de abril de 2025
El pueblo ucraniano está luchando actualmente contra la brutal invasión de Rusia y la ocupación de alrededor del veinte por ciento de su territorio. La guerra sigue siendo hoy lo que ha sido desde el principio: una guerra de autodefensa nacional y autodeterminación contra el imperialismo ruso con un Vladimir Putin que intenta reducir a Ucrania a su antiguo estatus colonial bajo los imperios zarista y soviético.
Desde el comienzo de la guerra, Ucrania, como cualquier nación en tal situacion, ha tenido el derecho a obtener armas dondequiera que pueda conseguirlas, a pesar de que el suministro de armas e inteligencia de Estados Unidos podría influir y presionar a Ucrania. Y el derecho a la autodefensa sigue vigente a pesar del hecho de que el pueblo ucraniano está desafiando simultáneamente las políticas neoliberales del gobierno de Zelensky.
Ahora, gracias a un análisis del New York Times de Adam Entous, «The Partnership: The Secret History of the War in Ukraine», publicado el 29 de marzo, tenemos nueva información sobre el alcance de la asistencia militar de los Estados Unidos. La prensa rusa y los medios de comunicación pro-Putin han alabado el artículo, alegando que de alguna manera invalida la guerra de legítima autodefensa de Ucrania.
Pero si bien el artículo nos proporciona la historia de la relación militar entre Estados Unidos y Ucrania en los años de Biden con un detalle notable, significativamente no proporciona evidencia del control político estadounidense de la guerra, y mucho menos de presiones ejercidas por Washington para obligar a Kyiv a continuar el combate contra su voluntad. El artículo relata por el contrario los continuos desacuerdos y tensiones entre los generales estadounidenses y ucranianos, así como entre los líderes políticos y militares ucranianos. La mayoría de esas tensiones surgieron del deseo legítimo y comprensible de Ucrania de echar al invasor ruso de su territorio y, lo que es más importante, de liberar a los ucranianos en los territorios ocupados de la opresión que han estado soportando, por un lado, y de la preocupación de Estados Unidos por los peligros de una guerra más amplia, incluso nuclear, por el otro.
En el centro del artículo hay una larga discusión sobre el intento de contraofensiva ucraniana de 2023 que terminó en «fracaso mortal». Entous muestra que Zelensky decidió seguir el consejo de su comandante de las fuerzas terrestres para desplegar fuerzas para el intento infructuoso de defender a Bakhmut, en lugar de concentrar las fuerzas para un empujón hacia el sur, instado tanto por su propio comandante supremo como por los estadounidenses, frustrando así la contraofensiva.
Siguieron más tensiones y rupturas entre los ucranianos. Nunca en el curso de la lectura de este artículo uno tiene la sensación de que los estadounidenses estaban dando órdenes a los ucranianos. Y ese, por supuesto, es el problema clave.
Al principio del artículo, Entous escribe: «De alguna manera, Ucrania fue, a mayor escala, una revancha en una larga historia de guerras por procuración entre Estados Unidos y Rusia: Vietnam en la década de 1960, Afganistán en la década de 1980, Siria tres décadas después». Pero su artículo no corrobora esa afirmación.
¿Qué es una guerra de poderes? Una en el que las partes que luchan no son las que toman las decisiones. La Unión Soviética y China proporcionaron armas a Vietnam del Norte, como debían hacerlo, pero la decisión de resistir la agresión estadounidense se tomó en Hanoi y entre los vietnamitas del Sur, no en Moscú o Beijing. Del mismo modo, los ucranianos están luchando no porque ninguna potencia extranjera los haya obligado a hacerlo, sino porque valoran su propia supervivencia nacional. En los años de Biden, Estados Unidos apoyó a Ucrania por sus propios motivos: debilitar y prevenir la expansión de Rusia y fortalecer su relación con sus aliados de la OTAN y con la Unión Europea y su economía. Washington y sus generales demostraron ser incapaces de obligar a los ucranianos a hacer lo que pensaban que era mejor estratégicamente para los objetivos estadounidenses y nunca pudieron tomar el control político de la guerra.
Hoy en día la situación es bastante diferente. En estos momentos, el presidente Donald Trump está tratando precisamente de tomar el control, forzando una solución que esencialmente divide los despojos de Ucrania entre los Estados Unidos y Rusia, con Washington obteniendo derechos minerales del tipo que las grandes potencias a menudo han exigido de sus colonias y Rusia obteniendo grandes porciones de territorio ucraniano, incluida su población y recursos. Putin también despojaría a Ucrania de su autonomía, negándole el derecho a unirse a la OTAN o a la Unión Europea. Es el apoyo de Trump a la posición de Putin lo que forma la base para una asociación estadounidense-rusa más amplia que amenazaría a otras naciones europeas. Por tanto, la lucha de Ucrania por su soberanía es más importante que nunca.
Pero por importante que sea la lucha de Ucrania para la seguridad a largo plazo de otros países europeos, estos últimos no podrían convencer a Kiev a seguir adelante si las y los propios ucranianos no vieran el valor de resistir la subyugación rusa. Desafortunadamente, dado el desequilibrio militar entre Rusia y Ucrania, Ucrania no puede continuar su guerra de legítima defensa si otras naciones no aportan armas. Tendremos que organizarnos para insistir en que las armas sigan fluyendo hasta que Ucrania pueda alcanzar la paz justa que la mayoría del pueblo ucraniano desea tan desesperadamente
https://www.pressegauche.org/Ukraine-Ce-n-est-pas-une-guerre-par-procuration
Traduccion: Faustino Eguberri