Hace tres años que la Rusia de Putin reinició la invasión de Ucrania, retomando a gran escala el proyecto anexionista e imperial de 2014 que amenaza también a otros países del Este y del Norte de Europa.
La invasión de Ucrania no es una respuesta a una ampliación de la OTAN hacia el Este. Es la consecuencia directa de la política imperialista de la Rusia de Putin que quiere recuperar no ya lo que fue el “espacio soviético”, en realidad espacio ruso, sino todo lo que en algún momento perteneció al imperio ruso, al imperio de los zares. Hacer Rusia de Nuevo Imperial.
Defendiendo su soberanía nacional, el pueblo ucraniano está defendiendo la soberanía nacional del conjunto de los pueblos que están amenazados por el imperialismo ruso. Porque las ambiciones de este no se acaban en Ucrania. En lo inmediato, una derrota de Ucrania sería terrible para el futuro de Letonia, Estonia, Lituania, Moldavia, Polonia… que ven resurgir las amenazas imperialistas rusas. La Rusia de Putin no necesita excusas externas para intentar apoderarse de los países que considera su herencia histórica o incluso para intervenir militarmente para apoyar a sus peones más allá de esos límites. Si el gobierno Netanyahu afirma que el documento acreditativo de sus derechos sobre toda Palestina y más allá es la Biblia, el nacionalismo gran ruso de Putin recurre a la historia imperial rusa.
La brutalidad de las intervenciones ejército ruso ya estaba más que demostrada en Chechenia o en Siria. En Ucrania ha llegado a nuevos niveles, provocando millones de personas desplazadas o exiliadas. Las muertes se pueden contar por cientos de miles, ha destruido ciudades enteras y la infraestructura que garantiza una vida social normal (redes de electricidad y calefacción, escuelas, hospitales, ferrocarriles, puertos, etc.). Las y los habitantes de las regiones ocupadas que no pudieron salir han sido sometidas a una intensa política asimilacionista y han sido obligados a adoptar pasaportes rusos.
Frente a esta situación resulta indignante que ante la presión de la extrema derecha en algunos países europeos se esté empezando a estigmatizar a las personas refugiadas ucranianas y se van poniendo restricciones a la entrada o a los derechos sociales de quienes huyen de la invasión rusa mientras en otros como Alemania o Polonia se está discutiendo oficialmente esta política regresiva.
En el momento que se acerca este tercer aniversario se empiezan a producir unas “conversaciones/negociaciones” entre las delegaciones de Putin y del nuevo presidente estadounidense Trump. El objetivo de este último no es parar la guerra, como sus demenciales propuestas sobre Gaza no son para parar aquella guerra. Si en Gaza su propuesta es apoyar al gobierno israelí en su guerra genocida y en la limpieza étnica de Palestina, en el caso de Ucrania se trata de dar por zanjado un tema a costa del pueblo ucraniano y de llegar a acuerdos con Putin sobre el papel que ambos ocuparán en la política y la economía mundial en el futuro. Acuerdos entre dos ultraderechistas, uno que ha transformado ya su país en un régimen fascistoide y otro que está intentando hacerlo en el suyo a marchas forzadas. Además, mientras uno pretende aumentar su territorio, el otro pretende apoderarse de las riquezas naturales de Ucrania.
No se puede dejar la paz en manos de dos imperialistas como Putin o Trump. Hay que apoyar a Ucrania, tanto en recursos como en armamento, porque Ucrania tiene derecho a defenderse. Y tener presente que solo Ucrania puede decidir sobre Ucrania.
Una victoria y una paz genuinas para Ucrania serían una victoria para las naciones pequeñas y los principios democráticos en todo el mundo. Por eso es tan temida por todas las fuerzas reaccionarias. Por eso la “solidaridad” de algunas potencias ha sido tan tibia.
No nos corresponde decir a Ucrania lo que debe o no debe hacer. Mientras la guerra siga, debe apoyarse su resistencia y reclamar la retirada de todas las tropas rusas de toda Ucrania. Los pueblos tenemos que movilizarnos por una paz genuina para Ucrania, por el cese inmediato de los bombardeos rusos y la retirada de todas las fuerzas rusas de toda Ucrania. Sin una paz justa para Ucrania, no habrá paz y los pueblos de Europa y del mundo verán su soberanía en peligro