Manon Boltansky//
Cinco años después del incendio, la catedral de Notre-Dame de París reabrirá al público este sábado 7 de diciembre. Macron está extasiado. En medio del clero, sus fieles y los numerosos trabajadores convocados para la última visita oficial antes de la reapertura, el presidente está en trance. La catedral habrá sido restaurada en cinco años “cueste lo que cueste”. Nada es demasiado hermoso para su majestad Macron, para satisfacer sus intereses políticos y su sed de ensoñaciones líricas y místicas.
La instrumentalización política es grosera. Durante mucho tiempo, el hombre fantasea, se ve a sí mismo como un mecenas de las artes, un demiurgo y un benefactor. Ya confesó en 2017 al periódico JDD: “la dimensión crística, no la niego”, añadiendo que “la política es algo místico”.
El patrimonio y los desafíos de conservación y restauración son siempre una cuestión política y simbólica. A Macron le gustaría convertirlo en un símbolo del mantra liberal de “Si queremos, podemos”, pero también de su omnipotencia. Pero también, un símbolo de la Nación Unida recuperada, heredera de un pasado fantaseado… como una especie de invitación a la extrema derecha y su electorado, y carente un futuro muy radiante que proponer.
La restauración de Notre-Dame es el símbolo de su método brutal y autoritario. Brutal en términos de salud, seguridad y condiciones de trabajo para las y los trabajadores involucrados en la obra. Para ellos y para el vecindario, el escándalo sanitario en torno al plomo tendrá consecuencias desastrosas a muy largo plazo.
Brutal porque es precipitado si se tiene en cuenta el tiempo necesario para la conservación, la investigación y las discusiones, o incluso las excavaciones arqueológicas interrumpidas para satisfacer la agenda presidencial.
Autoritario porque está por encima de las leyes del Código del Trabajo y del Patrimonio.
En Notre-Dame, el incendio de 2019 fue un símbolo del desinterés del Estado por la conservación y el patrimonio. Su restauración seguirá siendo el símbolo de la financiación privada y privatizada de la cultura. Bernard Arnault [empresario francés, tercera fortuna del mundo ndt] habrá podido comprar allí las indulgencias del Señor… Macron. Lejos de ser el símbolo de un renacimiento, Notre-Dame es el del poder macronista ciego, brutal y neoliberal.
Para salvar el planeta en llamas, nuestros derechos y nuestros logros sociales, no esperamos ni hombre ni mujer providencial… Todos y todas juntas tenemos ahora que derrocar este sistema.
Semanario L’Anticapitaliste – 732 (5/12/2024)
https://lanticapitaliste.org/actualite/politique/notre-dame-pour-qui-sonne-le-glas
Traducción: F.E.