Gabriel Blondel y Caroline Hayek//
[“El diario suizo Le Temps, con fecha de 12 de diciembre de 2024, recuerda que había “tenido una larga reunión con Mazen al-Hamada en Ginebra en 2017. Había venido a dar testimonio del horror que reinaba en los centros de detención sirios en el Festival de Cine y el Foro Internacional de Derechos Humanos, conmocionando a todo el público hasta las lágrimas”.
A continuación publicamos el artículo del diario L’Orient-Le Jour, del 12 de diciembre, que relata el funeral, este jueves en Damasco, de Mazen al-Hamada: “un cortejo fúnebre (que) se ha convertido en una manifestación popular tras la llegada de miles de damascenos y damascenas que vinieron en masa”. Un homenaje a quienes, por decenas de miles, se han enfrentado a ignominias que remiten a lo indecible – Réd. A l’Encontre]
En medio de las visiones de horror que salieron de la prisión de Saydnaya, pandemonio del infierno carcelario de los Assad, un rostro tumefacto, con las marcas de la tortura, ha dado la vuelta al mundo. Esta cara es la de Mazen el-Hamada. Dos lunares en la mejilla derecha, una mandíbula sobresaliente, rasgos demacrados: suficiente para que quienes han estado a su lado le reconozcan, incluso sin vida. “Mazen, todos te hemos traicionado. Siento mucho que este mundo esté tan sucio y que tus ojos nunca hayan dejado de llorar durante todos estos años ”, escribe una internauta entre los muchos mensajes afligidos que llegan a las redes sociales.
Mucha gente pedía febrilmente en línea noticias suyas en los últimos días. Luego hicieron acto de presencia para honrar su memoria este jueves en las calles de Damasco, donde se organizó un funeral con el acuerdo de sus familiares. Desplazada para identificar su cuerpo en la morgue del hospital al-Mejtahed de Damasco, su hermana, Amal el-Hamada, confirma la reciente muerte de su hermano, a la edad de 47 años, que se podía adivinar en la foto compartida el lunes después de que los rebeldes abrieran las puertas del «matadero humano». “He hablado con un médico, le he enviado fotos y me ha dicho que ciertamente había sido ejecutado por ahorcamiento hace unos diez días”, le dice a nuestra enviada especial en el lugar, Caroline Hayek. El régimen le ha torturado durante cinco años y finalmente, cuando los revolucionarios llegaron a Damasco y al resto de las regiones, lo han ejecutado”, afirma.
“Tu sangre no se derramó en vano”
Inicialmente compuesto por militantes revolucionarios y familias de otros antiguos reclusos, el cortejo fúnebre se convirtió en una manifestación popular después de la llegada de miles de personas damascenas que acudieron en masa a la salida de la mezquita Khaled Ibn Walid, donde se pronunció una oración en honor del difunto. Las últimas mutilaciones sufridas por Mazen el-Hamada marcan el último testimonio de un hombre que habrá experimentado la crueldad del “Estado de barbarie” en su carne hasta su último aliento.
Cubierto con una bandera de la revolución siria, su ataúd fue llevado por una marea humana que, en el caso de una parte de ella, escuchaba el nombre de Mazen por primera vez. Esto no impidió que el nativo de Deir ez-Zor se convirtiera en el símbolo de la represión carcelaria assadiana en medio de retratos de otros reclusos. “Que tu madre esté tranquila y que tu padre esté orgulloso, querido Mazen. Tu sangre no corrió en vano», se podía escuchar entre otros eslóganes dirigidos directamente al dictador caído: «¡Queremos ver a Assad en La Haya! […] ¡La gente quiere meter a Assad en ácido! »
“Cuando una familia tenía un mártir o un ser querido encarcelado, nadie se atrevía a hablar debido a la represión”, dice Ahmad, un estudiante de 33 años, también de Deir ez-Zor, que huyó del alistamiento forzoso en las filas del ejército. “Nunca pensé que vería este día y podría participar en una manifestación en el corazón de Damasco sin miedo a que el régimen me disparara. Es un día histórico”, añade alguien que conocía a uno de los sobrinos de Mazen el-Hamada.
Esta sed de justicia que invade la calle siria al día siguiente de la caída del “carnicero” de Damasco llevó durante mucho tiempo al activista a hurgar en sus propias heridas. Durante cinco años, viajó por Occidente para denunciar el trato inhumano recibido por tantas y tantos sirios, libaneses, palestinos, iraquíes y detenidos de todo el mundo en las celdas del régimen. “Mazen el-Hamada no dejó de contar las peores torturas que sufrió y de recordar que innumerables personas sirias seguían en las mazmorras de Assad. Los principales medios de comunicación, el Congreso, los documentales. El mundo entero lo sabía. La total inacción para ayudar a Siria le rompió y él mismo fue a Damasco ”, dice en X Natalie Larrison, directora de la oficina de la ONG Syrian Emergency Task Force, una de sus allegadas.
“Aunque me cueste la vida, los perseguiré”
Antes de ser erigido como «mártir» de la primavera siria, Mazen el-Hamada trabajó como técnico petrolero en la fábrica de Schlumberger cerca de su casa, en Deir ez-Zor, en el este de Siria. Procedente de una familia numerosa y politizada, acoge con entusiasmo las imágenes de las primaveras árabes que ganaron el mundo árabe a principios de 2011, en particular las de la plaza Tahrir en El Cairo. Con 33 años, sale a las calles cuando la protesta popular llega a Siria en marzo. Con su cámara Toshiba, inmortaliza la intensa alegría de los primeros momentos revolucionarios y no duda en responder a las preguntas de los periodistas extranjeros. Ya detenido en dos ocasiones, fue a Damasco a principios de 2012, donde esta vez será detenido en plena calle por los moukhabarat y encarcelado por decisión del régimen, como revelarán varios años después documentos confidenciales sacados de Siria por un desertor conocido con el nombre en clave «César», que contenían fotos de los cuerpos de 55 000 víctimas de tortura.
En un documental dedicado a él, titulado Syria’s Disappeared: The Case Against Assad /1, dirigido por Sara Afshar, describe, imita y reproduce los ruidos frente a la cámara de los detalles de los tormentos infligidos por sus carceleros durante los interrogatorios sufridos durante más de dos años en los sótanos del hospital 601, perteneciente a las fuerzas aéreas del ejército sirio, a un kilómetro del palacio presidencial de Bashar el-Assad. Al negarse a confesar cualquier implicación en un supuesto tráfico de armas, sus perseguidores lo suspendieron a 40 cm del suelo con “esposas que te desgarraban las muñecas”, le golpeaban con “un palo que te rompe las costillas”, le quemaban con “barras metálicas calentadas y cigarrillos”, le electrocutaban, le violaban por el ano con “un objeto metálico” o le apretaban el pene con un “pinza”, una especie de pinza quirúrgica. “Cuando empezaron a apretar el tornillo, confesé todo lo que me pidieron”, dijo en una entrevista con el Washington Post en 2017 /2.
Esta tortura, un peso perceptible en su mirada, la contará repetidamente en toda Europa y Estados Unidos, hasta el punto de ser invitado por el Congreso estadounidense o el Museo del Holocausto. “No descansaré hasta que los haya llevado ante la justicia. Aunque me cueste la vida, los perseguiré, pase lo que pase ”, explica en el mismo documental, con la voz temblorosa y las lágrimas en los ojos. “Lo único que se nota de Mazen es lo mucho que llora”, dijo al Washington Post Omar Abou Layla, otro exiliado de Deir ez-Zor que le conoció en una conferencia en 2018. “Habla y sus lágrimas fluyen como un río. Recuerdo haberlo visto llorar en el escenario. Cuando hicimos una pausa para el café, lloró ”, añade.
“Una muerte lenta”
Estos llantos también reflejan el estado mental del activista. Lejos de la mirada y las cámaras, arrastraba su desolación solo, en un apartamento apenas amueblado en Ámsterdam, puesto a su disposición por las autoridades holandesas después de su llegada a los Países Bajos en 2014, donde obtuvo el estatus de solicitante de asilo a raíz de su liberación. Sus dificultades financieras, para aprender el idioma local o su tendencia a refugiarse demasiado generosamente en la marihuana, según sus allegados, lo sumergen en la soledad del exilio.
Pero más allá de su malestar en Occidente, acaba siendo ganado por la frustración de ver que sus esfuerzos chocan con el cinismo de la comunidad internacional: “Cuatro años de testimonios sin que nada se mueva, ¿de qué sirve? Fuimos masacrados en el altar de los intereses… fuimos traicionados ”, se indignó en las páginas del libro Oublie ton nom. Mazen al-Hamada, Mémoires d’un disparu, (Olvida tu nombre. Mazen al-Hamada, Memorias de un desaparecido), de Garance Lecaisne (ediciones Stock, 2022, 230 p.). “El sufrimiento viene de todas partes. De la cárcel, de las masacres, de las quemaduras durante la tortura […] La herida está ahí, dentro de mi vientre, como si estuviera cortado, cortado en dos… Fue una muerte tan lenta. ¿Entiendes?”.
Ante esta constatación de fracaso, se propone regresar a su país mientras su ciudad natal de Deir ez-Zor está plagada de violentos enfrentamientos entre Daesh y las fuerzas democráticas sirias, lideradas por los kurdos del YPG, apoyados por los estadounidenses. Un bombardeo matará a una docena de miembros de su familia y le hará publicar en su página de Facebook una mordaz salida contra los kurdos que algunos internautas pro-régimen no dejaron de desenterrar al anunciar su muerte, sin contextualizarlo, símbolo de las divisiones comunitarias en las que se apoyó el «carnicero» de Damasco para mantenerse en el poder.
En contra del consejo de sus familiares y de las autoridades holandesas, que le negaron tres veces a Mazen el abandonar el país para ir a Damasco, encuentra una alternativa a través de Alemania. En Berlín, obtiene un pasaporte en la embajada de Siria y se embarca unos días después con un destino desconocido Beirut, y luego Damasco. Se echa a la boca del lobo: funcionarios sirios le han hecho creer en un papel de liberador de detenidos en Siria. Un proceso utilizado contra tantos otros refugiados desaparecidos a su regreso al país, engañados por falsas promesas de reconciliación agitadas por las autoridades. Unos momentos antes de su nueva desaparición, Maysoun Berkdar, otra reconocida activista siria, logra llegar a él en el aeropuerto de la capital libanesa para intentar por última vez disuadirlo… en vano. “Fuimos a los Estados Unidos y les contamos toda la historia. Fuimos a Alemania y les contamos toda la historia. Fuimos a los Países Bajos, a Francia e incluso a Italia… y la gente no escuchó. El mundo entero no escuchó ”, le había dicho antes de desaparecer de nuevo en el agujero negro carcelario del régimen hasta que se descubrió su cuerpo este lunes en Saydnaya.
Artículo publicado por L´Orient-Le Jour el 12/12/2024.
Traducido de https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article72946
Traducción: Faustino Eguberri
Notas
1/ https://syriasdisappeared.com/