Blog de Gilbert Achcar,//
Traduccion de César Ayala
Correspondencia de Prensa, 28-11-2024//
La situación actual y el acuerdo de alto el fuego son muy diferentes de lo que eran en 2006. La primera diferencia, y la más importante, es que el golpe que las fuerzas armadas sionistas han podido infligir al partido es hoy mucho mayor que en 2006, aunque no sea mortal.
El alto el fuego en Líbano no es una «victoria divina»
¿Podría ser el acuerdo de alto el fuego entre Israel y Líbano una nueva «victoria divina»? Así calificó Hezbolá el acuerdo que puso fin a la embestida israelí contra Líbano en 2006. Entonces, el partido exhibió esa frase en enormes vallas publicitarias con una foto de su Secretario General, Hassan Nasrallah, en un claro juego de palabras, ya que el eslogan podía leerse tanto como una victoria atribuida a Dios como una victoria liderada por Nasrallah, cuyo nombre en árabe significa «victoria de Dios».
Independientemente de esta supuesta divinidad, la reivindicación de la victoria tuvo sentido en 2006, cuando la embestida israelí no logró asestar un golpe decisivo a Hezbolá, que le hizo frente con una feroz resistencia. El Estado sionista se vio obligado a detener su guerra apoyándose en una resolución internacional, la Resolución nº 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que no ofrecía ninguna garantía real para su aplicación, aunque sólo fuera la de su primera cláusula, que exigía la retirada de las fuerzas del partido al norte del río Litani, por no hablar de la cláusula que reafirmaba la anterior resolución 1559 (2004) del CSNU, que exigía el desarme de Hezbolá, la única organización que insistió en seguir portando armas en Líbano después de 1990 en nombre de la resistencia a la ocupación israelí.
El partido pudo curar las heridas de la guerra de 2006, que cobró más de mil víctimas y fue testigo de una destrucción generalizada en las zonas de dominio del partido, de acuerdo con lo que más tarde se conoció como la «Doctrina Dahiya». La financiación iraní permitió a Hezbolá pagar indemnizaciones por vidas y bienes, del mismo modo que el armamento iraní le permitió no sólo compensar la pérdida de equipo militar, sino también multiplicar su potencia de fuego, tanto en cantidad como en calidad, para adquirir una capacidad disuasoria frente al Estado sionista. Como es bien sabido, la fuerza militar del partido y el apoyo de Irán al mismo aumentaron posteriormente a través de su intervención en Siria para apuntalar el régimen de Assad, y su transformación de facto en una división de la Fuerza Quds —el ala de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán especializada en operaciones en el extranjero— encargada de misiones militares que incluían Irak y Yemen.
La situación actual y el acuerdo de alto el fuego que se ha negociado a fuego lento durante meses y a fuego muy intenso en las últimas semanas son completamente diferentes de lo que eran en 2006. La primera diferencia, y la más importante, es que el golpe que las fuerzas armadas sionistas han podido infligir al partido Hezbolá es hoy mucho mayor que en 2006, aunque no sea mortal. De todos modos, Israel no se hace ilusiones de que pueda eliminar al partido simplemente bombardeándolo, ya que Líbano ofrece varios refugios locales y regionales, a diferencia de la Franja de Gaza, que ha seguido siendo una gran prisión a pesar de la red de túneles excavada por Hamás.
La ofensiva lanzada por las fuerzas armadas sionistas en Líbano hace dos meses y media, que comenzó con la explosión de los dispositivos de comunicación en manos de los cuadros de Hezbolá, le permitió decapitar al partido matando a la mayoría de sus dirigentes y centrarse en destruir sus capacidades e infraestructuras militares de forma mucho más eficaz que hace dieciocho años, gracias a una inteligencia más efectiva que se benefició de los avances tecnológicos logrados en los últimos años. Hezbolá saldrá de esta guerra exhausto, sin comparación con lo que le ocurrió en 2006, y su capacidad para reconstruir su fuerza, por no hablar de magnificarla, será muy limitada en comparación con lo que siguió aquel año.
Como dijo recientemente el embajador de Israel ante las Naciones Unidas, han aprendido las «lecciones de 2006 y 1701», lo que significa que esta vez los israelíes tendrán mucho interés en verificar la retirada completa de las fuerzas de Hezbolá al norte del río Litani, así como en impedir que Irán rearme al partido a través de territorio sirio. Pidieron una garantía oficial de Estados Unidos en relación con estas dos cuestiones, manteniendo al mismo tiempo su libertad para golpear cualquier movimiento que contradiga el acuerdo, como la libertad de que gozan para golpear movimientos iraníes en territorio sirio. Se ha hablado incluso de que Israel ha pedido a Rusia que coopere en este ámbito, en el espíritu del acuerdo entre ambos Estados, según el cual los aviones y sistemas de defensa antiaérea rusos desplegados en territorio sirio no interceptan los ataques llevados a cabo por la Fuerza Aérea israelí en ese mismo territorio.
Además, la capacidad de Hezbolá para curar las heridas de su base popular y de su entorno será más débil esta vez, no sólo porque las heridas de hoy son mayores que las de 2006 (más del triple de muertos, cerca de cuatro veces el número de heridos y una destrucción mucho más grave), sino también porque la capacidad financiera de Teherán es hoy relativamente más débil que en 2006, antes de que Estados Unidos endureciera las sanciones en su contra. Esto se suma a los problemas que probablemente dificultarán la capacidad de Teherán para transferir fondos al partido como hacía hace dieciocho años.
Por último, pero no por ello menos importante, el Estado sionista apuesta por los esfuerzos de Washington, en cooperación con París, para cambiar decisivamente el mapa político libanés en el próximo periodo, reforzando las fuerzas armadas regulares libanesas e impidiendo al mismo tiempo que el partido recupere su fuerza, con el fin de llegar a un punto en el que las primeras puedan imponer el desarme de las segundas, ya sea por acuerdo político o por la fuerza. La restauración de las instituciones gubernamentales libanesas, especialmente la elección de un nuevo presidente y el nombramiento de un nuevo gabinete, será un paso fundamental en este camino. Es bien sabido que Washington está presionando para que se elija presidente a Joseph Aoun, actual comandante de las fuerzas armadas libanesas.
De Irán y de Estados Unidos dependerá que las cosas avancen en esta dirección con relativa suavidad o que el choque de proyectos desemboque en una nueva ronda de guerra por poderes mayores en suelo libanés, esta vez entre Irán, por un lado, y Estados Unidos e Israel, por otro. Todo el mundo se ha dado cuenta de cómo Teherán —después de insistir en el rechazo de Hezbolá a un alto el fuego en Líbano antes de que se alcance uno en Gaza (esta postura era en realidad un pretexto para mantener al partido en guerra, en previsión de una escalada del enfrentamiento entre Israel e Irán)— ha cambiado de postura y ha dado luz verde al partido para que abandone la condición previa de Gaza. Algunos creen que la razón de este cambio es el éxito del ataque sionista contra Hezbolá y la constatación por parte de Teherán de que el paso del tiempo significa un mayor debilitamiento de las capacidades del partido, mientras que otros creen que es el temor de Teherán a la participación de Washington en un próximo ataque israelí contra Irán, y contra sus capacidades nucleares en particular, tras el regreso de Donald Trump, su archienemigo, a la Casa Blanca.
Si esta última apreciación es correcta y Teherán trata de cerrar un «acuerdo» con Trump, el precio debe ser que Teherán recomiende a sus auxiliares regionales, principalmente Hezbolá, que se dediquen a construir el Estado local en lugar de tratar de construir uno paralelo, además de su aceptación de renunciar a su uranio altamente enriquecido y a un control más estricto de sus instalaciones nucleares. Sin embargo, si esta apuesta fracasa, Líbano y toda la región se encaminarán hacia nuevas etapas de violencia, y el alto el fuego en Líbano no será más que una tregua temporal en un enfrentamiento polifacético que comenzó hace casi cuarenta años con la fundación de Hezbolá, o incluso seis años antes con el nacimiento de la «República Islámica».
–Traducido por César Ayala de la versión inglesa publicada en https://gilbert-achcar.net/lebanons-ceasefire. El original árabe fue publicado por Al-Quds al-Arabi el 26-11-2024. Puede ser publicado en otros idiomas, con mención de la fuente.