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PELLO OTXANDIANO Líder de EH Bildu en el Parlamento de Gasteiz // TOMADO DE NAIZ//

Se cumple un año de la presentación de Pello Otxandiano Kanpo (Otxandio, 1983) como candidato a lehendakari de EH Bildu. En este tiempo ha encabezado la candidatura que empató a 27 escaños con el PNV y ha liderado una negociación presupuestaria en la que cree que el Gobierno llegó con cartas marcadas pero que según algunos medios no le ha ido mal.

Iñaki IRIONDO    ///

Se ha cerrado la negociación presupuestaria en la CAV con distintos resultados ¿Qué valoración hacen del conjunto? Nosotros pusimos una propuesta global encima de la mesa al inicio. Era la primera vez, pero hemos tocado una tecla importante, que es el de la necesidad de una mayor Inter cooperación y de una mayor coherencia en nuestro sistema     institucional, en nuestros territorios, directamente relacionado con la eficacia de las políticas públicas y en la eficiencia de la inversión pública en un contexto económico muy especial. Al poco, el lehendakari anunció una «cumbre» –nombre quizá algo pretencioso– con los diputados generales, Eudel y Lehendakaritza. Así, de alguna manera, de forma insuficiente, vino a reconocer que la propuesta tenía algún sentido. Después también se ha hablado de la desburocratización. Para nosotros este método de abordar los presupuestos de las principales instituciones del país ha venido para quedarse. El año que viene lo vamos a hacer mejor y antes.

Los resultados han sido diferentes…

En estos dos meses PNV y PSE, han dejado traslucir que no tienen una hoja de ruta muy marcada y que lo que han primado son los intereses territoriales de cada ámbito institucional. En el caso de Araba, el gobierno necesitaba apoyo y ha tenido que hacer una negociación real con EH Bildu. En Gipuzkoa, por un impulso de dejar fuera a EH Bildu, aseguraron los presupuestos con el PP y después se han dado cuenta de esa foto no era muy agradable para la sociedad guipuzcoana. Y en el caso de Bizkaia, sorprendentemente, por primera vez el gobierno ha mostrado un talante negociador con EH Bildu y ha tomado como referencia económica el acuerdo presupuestario que alcanzó el Gobierno con EH Bildu en 2022. En el caso el Gobierno Vasco, nosotros creemos, sinceramente, que no ha habido voluntad para llegar a un acuerdo sino una escenografía, una guerra de relatos.

Estuvo en las negociaciones de 2022 ¿Cómo ha sido la relación con el nuevo Departamento de Hacienda?

Yo dije que habíamos observado bastante improvisación y contradicciones evidentes. Y al final me reafirmo en ello. Ha habido altibajos y cambios de guion sorprendentes. Empezamos con una interpelación del lehendakari a EH Bildu diciendo que había que bajarse del púlpito, que había que centrarse en las cosas pequeñas, ir al detalle, hacer propuestas concretas, etcétera. Y de repente, en un momento dado, se presentan con un documento de 53 puntos que trasciende el ámbito de negociación, el ámbito competencial del Gobierno Vasco, donde no había ninguna cifra, ninguna concreción presupuestaria. Después, en el camino se han encontrado con una EH Bildu que estaba dispuesta a explorar la posibilidad. Y no supieron muy bien cómo gestionar esa situación. La prueba de la falta de voluntad de acuerdo es que la oferta económica que hace el Gobierno Vasco se corresponde al porcentaje del presupuesto del acuerdo alcanzado en Nafarroa. Esto es- taba diseñado para decir EH Bildu no acepta aquí lo que acepta en Nafarroa, cuando las condiciones sociopolíticas son muy diferentes, y cuando las posibilidades y la correlación de fuerzas que tenemos aquí, en estos tres territorios, da para mucho más.

Hace un año que fue presentado como candidato a lehendakari. ¿Cómo lo ha vivido?

Ha sido un año muy intenso. Con unas elecciones de por medio muy disputadas, por primera vez con expectativas para la izquierda independentista de estar muy cerca o incluso sobrepasar al PNV. Y eso es una carga muy importante. Yo conocía la política institucional desde un segundo plano y me ha tocado aprender muchas cosas y muy rápidamente. Creo que todavía estamos en los prolegómenos de lo que puede ser esta legislatura si se quieren afrontar los grandes retos que tenemos. Estamos en un proceso de tanteo mutuo, ambos somos nuevos, tanto él como lehendakari y yo. El Gobierno también es nuevo. Por primera vez se da la circunstancia de que en este Parlamento hay una mayoría abertzale abrumadora, pero   con dos fuerzas abertzales empatadas en escaños y entonces se dan unas condiciones políticas que está por ver cómo se van a aprovechar.

Empató a 27 escaños con el PNV, pero no parece que eso tenga reflejo en las relaciones del Gobierno de mayoría absoluta con EH Bildu.

Seguramente ahí entre en juego la cultura política que mantiene cada cual. Este Gobierno tiene que tomar una decisión: qué es lo que quiere hacer con la oposición. Evidentemente tiene mayoría absoluta. Eso quiere decir que todos los proyectos de ley que se remitan al Parlamento están aprobados. Pero si convenimos en que estamos en una coyuntura histórica muy importante, que tenemos retos colosales y necesitamos saltos cualitativos como país, para eso hace falta bastante más que una mayoría absoluta de un Gobierno. Tiene que ser capaz de buscar espacios de encuentro con la oposición.

¿Y EH Bildu ya sabe lo que quiere como oposición? Porque están constantemente ofreciendo acuerdos.

Desde el principio planteamos que necesitamos acuerdos de país. Somos un país muy pequeño en un momento de grandes cambios. Y, evidentemente, las principales fuerzas políticas llamadas a articular mayorías somos diferentes entre nosotras. Entonces, hagamos el ejercicio de definir cuál es el suelo común desde donde se puede edificar un proyecto de país. Y para nosotros ese suelo común tiene dos principales pilares. Por un lado, el reconocimiento nacional de Euskal Herria, que tiene que tener efectos jurídicos y políticos. Luego debatiremos qué significa eso. Eso está relacionado con el estatus político, un debate que está por venir y está cerca. Y por otro, la asunción de que estamos ante el fracaso de las políticas neoliberales. Sobre esas dos premisas es posible edificar un espacio de encuentro. Luego habrá diferencias de modelo en el ámbito socioeconómico, pero sobre eso se puede articular un espacio de encuentro suficientemente sólido.

¿Cómo ve los primeros seis meses de este Gobierno?

Ha habido un cambio retórico. Eso es evidente. Seguramente porque son muy conscientes de que el legado de Urkullu como lehendakari es muy pobre, de que hemos perdido mucho tiempo como país en los últimos dos años y de que los re- tos de época exigen otra respuesta. Lo que empiezo a identificar es que existe una disonancia importante entre la retórica y las políticas públicas que luego tienen que responder a esa retórica. Sobre todo, el PNV no llega a asumir algo que autores que deberían ser referencia ideológica del PNV están certificando, como es el fracaso de las políticas neoliberales y de que esto exige otra gobernanza, otra participación, otra influencia del sector público en la organización social y la economía, y otra distribución de la riqueza. Precisamente porque el contracto social está fallando y la articulación de un nuevo contrato social exige superar las políticas neoliberales. El PNV no ha llegado a esa conclusión.

Y la última prueba la tuvimos con el debate del gravamen a las energéticas. Si no se certifica que hay que superar las políticas neoliberales, va a ser muy difícil responder a esa situación. Se van a topar con dificultades desde ya, desde el principio de la legislatura.

¿Ve diferencias entre el PNV y el PSE dentro del Gobierno?

Las hay, pero no afloran porque por encima de ello está el matrimonio de conveniencia y mantenerse en los gobiernos. En el debate fiscal las diferencias son clarísimas…

… pero los dos acaban de firmar un acuerdo.

Eso evidente. Pero si se lee la ponencia política del PSE, que habla de acercar la presión fiscal media europea, eso no se corresponde con el pacto fiscal que han hecho y que va a suponer una merma en la recaudación. En el Congreso, en el debate fiscal, el PNV se alinea con el PP, con Vox, con Junts y es evidente que el PSE no está ahí. Diferencias haberlas hay las, pero no afloran porque por encima de eso está el interés partidista.

Ha dicho antes que el debate sobre el nuevo estatus va a llegar pronto. ¿Cuándo?

Tiene que ser en 2025. O se producen en los siguientes meses o si no seguramente ya no lo habrá.

¿Pero va a hacer algo EH Bildu para que ese debate se dé?

Ya lo está haciendo. Y de momento lo que hay son conversaciones discretas entre los partidos políticos y tratar de identificar cuál es el contorno de ese debate, que por otra parte ya es un debate muy manido y muy identificado.

¿Hablan también de este asunto con el PSE?

Sí. Y PNV, PSE y la izquierda soberanista nos conocemos en este debate, sabemos de dónde venimos cada cual y cuáles pueden ser los elementos que puedan articular un acuerdo lo suficientemente amplio y lo suficientemente sólido para que este país dé un salto en su soberanía.

Se conocen mucho, pero ha sorprendido esa declaración suya de que es el momento de avanzar hacia un Estado confederal dentro de la Constitución. ¿Qué significa eso?

No es algo nuevo, porque desde hace más de diez años la izquierda independentista plantea que el camino a la consecución de su proyecto político tiene que ser un proceso gradual y asimétrico. Es decir, que tiene que partir de las condiciones sociopolíticas de cada ámbito jurídico político Euskal Herria. Que entre la situación actual y la independencia cabe un estadio intermedio. No es nada nuevo en la tradición política de la Izquierda Abertzale.

Nuestra propuesta en la ponencia de autogobierno ya recogía que el nuevo estatus político debe comprender una relación bilateral efectiva con el Estado, mayor fondo de poder, un sistema de garantías que impida la injerencia del Estado en nuestro autogobierno que se ha dado en los últimos cuarenta años y la institucionalización del derecho a decidir para que este   país tenga capacidad de decisión a la hora de determinar la relación jurídico policial y con el Estado de los territorios vascos. Eso pues seguramente apunta a una relación confederal en el sentido de igualdad entre las partes para establecer esa relación jurídico política. Eso puede ser un estadio intermedio entre un estatus de soberanía plena y la situación actual.

¿Cree que eso se puede aprobar en el Congreso?

El reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado quiere decir que en el Estado hay naciones y la descentralización del Estado tiene que tener algún reflejo de ello. Seguramente, eso pasa por reconocer cierto vínculo confederal a esas naciones. El concepto concierto político que usa el PNV y también incorporamos nosotros en la ponencia de autogobierno es un poco eso. El Concierto Económico, aunque técnicamente esto puede ser muy discutible, sí tiene cierto carácter confederal. Sería ampliar ese concepto a todas las políticas públicas.

¿Y qué pasa si la ventana de oportunidad que ven en Pedro Sánchez se acaba?

Pues lo más probable es que lo que venga será seguramente un Gobierno PP-Vox autoritario con una agenda involucionista muy importante. Entonces habrá que hacer una reflexión en el país en el sentido de cómo afrontar esa situación histórica. En cualquier caso, no creo que ese momento sea para un repliegue, acuartelarnos y resistir. Sino que incluso se debería plantear un reforzamiento de nuestro sentido comunitario y nuestra visión de país para hacer frente a un proceso involutivo, para poder salir reforzados en términos nacionales y comunitarios.

EH Bildu decidió sacar la Salud del debate partidista, para centrarse en la Mesa convocada por el Gobierno. ¿Le ve futuro?

De momento, lo que hemos alcanzado es un diagnóstico común y eso ya es un paso adelante, porque antes se negaba la existencia de un problema. Se han detectado fallos estructurales en el sistema. Ahora estamos en la fase de definir las bases y principios de lo que tiene que ser la regeneración, la transformación del sistema público. Y después vendrá la fase en la que haya que identificadas políticas públicas estratégicas para la transformación de Osakidetza. En esa última fase es donde realmente vamos a ver si este Gobierno está dispuesto a ser coherente con el diagnóstico. Pero, además, es que Osakidetza tiene problemas urgentes a las que hay que responder fuera de la Mesa de Salud, como las emergencias, y para eso estamos trayendo propuestas al Parlamento.

Estando la política de vivienda en manos del PSE, ¿cómo es que resulta tan difícil llegar a acuerdos incluso para aplicar la ley estatal?

En la negociación hemos tenido la percepción de que estábamos negociando con un gobierno del PNV, que la visión del PSE ha estado bastante ausente en el debate. Las medidas que planteamos ya se están implementando en Nafarroa, están alineados con la ley estatal en algunos casos, y tenemos la posibilidad de ser mucho más audaces en cuanto a política viviendo en estos tres territorios. Como dijimos en campaña, los equilibrios entre PNV y PSE, un gobierno que tienen dos visiones sobre algunos temas, se anulan mutuamente.

¿Como ocurrió en la Ley de Educación?

En educación hay tres factores que están impactando al sistema educativo que vienen a cambiarlo todo, que son la bajada de la tasa de natalidad, el aumento de los flujos migratorios y la digitalización. O se hace una gestión ordenada de todo ello o puede ser algo conflictivo y desolador. Primero hace falta compartir este camino con el resto de las fuerzas políticas y sociales. Es algo muy complejo y lo vimos. Hay que recuperar la senda del acuerdo educativo, pero tampoco es algo que podamos determinar nosotros y nosotras. Se necesita el compromiso del Gobierno.

Ya veremos hasta qué punto este Gobierno está dispuesto a liderar la transformación de este país. Esto de levantarse del sofá y asumir el liderazgo de este país en un momento clave, exige y mucho más allá de la retórica. Ha llegado el momento en el que ya la retórica no sirve, hay que empezar a remangarse y a recorrer un camino que seguramente es difícil y costoso, pero puede hacerse asumiendo que este país tiene fortalezas y capacidades y que existe una oposición que está dispuesta a corresponsabilizarse con el país.