El colapso de Saidnaya, “el matadero humano” del tirano Assad, finalmente se ha producido
Centro de exterminio del régimen de Assad, la prisión de Saidnaya fue liberada por los rebeldes sirios. Su colapso es el del sistema penitenciario establecido por un clan sanguinario, que había hecho de las cárceles su herramienta central de represión.
Rachida El Azzouzi
Delante de sus liberadores que repiten «¡Venga, coge tus cosas y vete! », permanecen incrédulos, retroceden en el fondo de las celdas. ¿Quiénes son estos hombres armados que maldicen al dictador Bashar al-Assad y gritan “Alá es grande”? Insisten: “No tengas miedo, puedes irte, ya no hay gobierno”.
Escenas históricas el domingo 8 de diciembre en las alas de la gigantesca prisión de Saidnaya, a 30 kilómetros al norte de Damasco, Siria, uno de los peores lugares del mundo, el «matadero humano» del régimen de Assad, símbolo de terror y opresión llevados al extremo.
Miles de presos políticos han sido liberados por la coalición rebelde siria liderada por los islamistas de Hayat Tahrir al-Sham (HTC). “Fin de la tiranía en la prisión de Saidnaya”, celebró el grupo HTC en Telegram. “Hemos roto las cadenas de los presos”.
La prisión asadiana más grande no es fácil de vaciar. Los primeros en ser liberados fueron los reclusos de la prisión “blanca”, la que está en la superficie. La otra, la prisión “roja”, una prisión en la prisión enquistada en tres pisos bajo tierra, requirió horas de trabajo antes de que fuera posible romper las entradas. Todavía quedarían “puertas secretas” por romper, que llevarían a celdas aún más profundas. Quienes conocen de memoria este laberinto de la muerte -guardianes y oficiales- se han largado.
En las redes sociales, numerosos vídeos que muestran a hombres, mujeres pero también a niños, recuperando o descubriendo la libertad por primera vez, muestran la magnitud de un evento que entró en los anales del siglo XXI tanto como la caída del tirano Assad y su sanguinario régimen en un tiempo relámpago: siete días.
[Se puede ver uno de dichos vídeos en la cuenta X @Charles_Lister] Aquí, olas de hombres esqueléticos van saliendo al aire libre. Algunos ya no saben caminar y deben ser llevados en andas. Allí, un recluso demacrado es incapaz de hablar ya que está destrozado por las atrocidades sufridas. En otro vídeo, un hombre avanza por la penumbra de la cárcel en busca de su familia frotándose los ojos: «¿Cómo podemos creer que esto está sucediendo?” Una prisionera atónita pregunta: «¿Irse? ¿Pero a dónde ir?”.
Industria de la muerte
La apertura de las puertas del infierno de Saidnaya es un terremoto soñado y temido en Siria, ya que esta prisión, construida en 1987 en forma de Y y rodeada por campos de minas para evitar fugas, encarna la barbarie de Assad: la tortura a gran escala, el encarcelamiento masivo de presos políticos y de cualquier persona asimilada arbitrariamente como «miembro de la oposición» pero culpable de nada. Sirios pero también libaneses, palestinos, iraquíes… Demócratas, comunistas, trotskistas, cristianos, drusos, chiítas, hermanos musulmanes, periodistas, abogados, estudiantes…
Miles de personas han sido masacradas esta prisión, y miles seguían detenidas allí hasta su liberación por la coalición rebelde. “Deseo este momento tanto como lo temo, por lo que vamos a descubrir allí y al horror del que son capaces los hombres”, ha publicado en X la activista franco-siria, politóloga y jurista Firas Kontar. “En Siria, estamos invadidos por la alegría y nos damos cuenta de que un régimen cae no cuando se invade el palacio presidencial, sino cuando abrimos las puertas de las cárceles”, expone el politólogo franco-libanés Ziad Majed para Mediapart.
La liberación de los prisioneros de Saidnaya simboliza el colapso del sistema penitenciario asadiano. La herramienta de represión central de un clan despiadado para confiscar la acción política, criminalizarla. “No se puede entender el sistema Assad sin entender su sistema penitenciario”, recuerda Ziad Majed. Está hecho para paralizar, aterrorizar a la sociedad, aplastar a las y los prisioneros, instalar el dolor y el miedo en el tiempo, porque la prisión no necesariamente nos abandona cuando la dejamos”.
Bajo el reinado del padre, Hafez el-Assad, la prisión emblemática de todas las atrocidades era la de Palmira. Su hijo Bashar la reemplazó por la de Saidnaya, que se convirtió en un instrumento de la industria de la muerte en Siria, el ejemplo más llamativo de impunidad.
“Salas de sal”
“Cada familia que tiene personas presas no se atrevía a hablar, era chantajeada, a veces tenía que pagar rescates, estaba obligada todo el tiempo a encontrar mediadores”, describe Ziad Majed. “Se mata por matar, se tortura por torturar, para demostrar que hay un poder absoluto”. Durante décadas, el régimen ha utilizado el establecimiento penitenciario para aplastar las voces disidentes o consideradas como tales. A partir del levantamiento popular de 2011, la brutalidad ha ido en aumento, como han documentado numerosos informes de organizaciones de derechos humanos.
En 2022, la Asociación de Reclusos y Desaparecidos de la Prisión de Saidnaya (ADMSP) entregó un escalofriante informe (https://www.admsp.org/wp-content/uploads/2022/10/The-Administrative-Structure-and-Organizational-Ties-of-Sednaya-Prison-30_SEP_2022.pdf) que describía por primera vez las “cámaras de sal”, morgues rudimentarias, alternativas a las cámaras frigoríficas. Fueron creadas después de 2011 para mantener el ritmo de los asesinatos y apilar los cuerpos de los reclusos que morían bajo tortura, hambre o falta de atención médica.
Los cuerpos estaban cubiertos con una capa de sal de 20 a 30 centímetros de espesor y se amontonaban hasta alcanzar el número suficiente para llenar un camión y ser trasladados a fosas comunes. Luego se emitieron certificados de defunción, afirmando para cada uno que la causa era un «ataque al corazón».
El primer saladero se remonta a 2013, uno de los años más sangrientos del conflicto sirio. Entre 2011 y 2018, según la ADMSP, más de 30,000 prisioneros fueron ejecutados o murieron bajo tortura, falta de atención o hambre. Según testimonios de oficiales y guardias que desertaron, así como de ex presos, al menos 500 detenidos fueron ejecutados entre 2018 y 2021.
En 2017, la ONG Amnistía Internacional publicó una investigación impactante (https://www.amnesty.org/es/documents/mde24/5475/2017/es/) basada en particular en los testimonios de una treintena de ex reclusos, guardias, responsables, jueces y médicos. Detalló en particular los ahorcamientos masivos organizados generalmente por la noche en el más alto secreto y adelantó la cifra de 13.000 personas ejecutadas en Saidnaya entre septiembre de 2011 y diciembre de 2015, la mayoría civiles sospechosas de oponerse al régimen.
“Los detenidos solo se enteran en el último minuto de que van a ser ejecutados”, explicaba la ONG. “Cuando entran en la sala de ejecución, todavía tienen los ojos vendados. Se les dice que expresen sus últimos deseos y se les hace colocar su huella en una declaración que acredite su muerte. No saben cuándo ni cómo van a morir: por ahorcamiento, pelotón de fusilamiento u otro por otro método.
Un ex juez del tribunal militar dijo que para los ahorcamientos los detenidos eran conducidos a los estrados con los ojos aún vendados. Sus carceleros los dejaban balancearse allí durante diez o quince minutos. “Algunos no mueren porque son demasiado ligeros. Especialmente los jóvenes, porque su peso no es suficiente para matarlos”. Entonces los asistentes los desatan y les rompen el cuello.
Hasta la fecha el alcance de la barbarie está lejos de ser conocido en todos sus detalles. A medida que las y los supervivientes, algunos de los cuales están considerados como desaparecidos o muertos por sus seres queridos, compartan sus experiencias, si lo logran después de tan inmensos traumas, surgirán otras facetas del «matadero humano» del régimen de Assad, que Occidente y los países árabes han tratado de normalizar.
“Si algún día se produce una transición política en Siria, queremos que Saidnaya se transforme en un museo, como Auschwitz”, dijo el cofundador de la asociación de reclusos y desaparecidos de la prisión de Saidnaya, Diab Serriya, durante una entrevista con la AFP en 2022.
Ha llegado el día. “A partir de ahí, todo puede pasar, lo mejor y lo peor”, dice el investigador Ziad Majed. “No quiero decir “peor que Assad”, sino que quiero decir que la transición puede ser extremadamente difícil y dolorosa, como puede ser sorprendente”.
Alterado por la emoción, un exiliado sirio, cuya familia está dividida entre Turquía, Líbano y Europa, y con quien Mediapart se había reunido hace unas semanas en Beirut, «todavía no se da cuenta» de la realidad y el alcance de la caída del clan Assad a escala de Siria y Oriente Medio, pero está «seguro de vivir un momento similar a la caída del Muro de Berlín».
En total, desde 2011, más de 100.000 personas han muerto en las cárceles del régimen sirio, especialmente bajo tortura, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
09/12/2024
Traducción: F.E.
