satorzulo gorria

“Una ausencia total de colores”

Rami Abou Jamous*//

Lunes 17 de marzo de 2025 (horas antes de que se desencadenara la actual ofensiva genocida israelí ndt).

“ La imagen muestra un vasto paisaje de escombros y edificios derrumbados, hundidos en escombros. Se ven estructuras de hormigón rotas y una atmósfera de desconsoladora destrucción. Jabaliya, 19 de enero de 2025. Esta vista aérea muestra a palestinos desplazados revisando las ruinas de una casa a su regreso al campo de refugiados devastado por la guerra de Jabaliya, en el norte de la Franja de Gaza. (Omar AL-QATTAA / AFP)

“ La imagen muestra un vasto paisaje de escombros y edificios derrumbados, hundidos en escombros. Se ven estructuras de hormigón rotas y una atmósfera de desconsoladora destrucción. Jabaliya, 19 de enero de 2025. Esta vista aérea muestra a palestinos desplazados revisando las ruinas de una casa a su regreso al campo de refugiados devastado por la guerra de Jabaliya, en el norte de la Franja de Gaza. (Omar AL-QATTAA / AFP)

Desde que regresé a la ciudad de Gaza, la situación empeora cada día. Llegamos a casa a principios del mes de Ramadán. Nuestro apartamento del noveno piso había permanecido, milagrosamente, casi intacto. Al día siguiente, los israelíes cerraron las fronteras. Desde entonces, no se ha producido ninguna ayuda humanitaria ni se importa del sector privado. Ya no hay suficiente comida. Se pueden encontrar latas, pasta, arroz, un poco de harina, pero no aves ni carne. Sin electricidad, los comerciantes no pueden almacenarlo en un lugar fresco. Hasta entonces, importaban día a día.

Pero lo que más me afecta  desde nuestro regreso no son las penurias, es la ausencia total de colores. Todo es gris. Solo vemos gris y polvo, solo casas amontonadas, casas medio destruidas, casas inclinadas que pueden derrumbarse en cualquier momento. Es un mar de escombros grises el que se ha tragado las calles, que se han convertido en callejones tallados en medio de los escombros. No hay forma de despejar las ruinas. El horizonte ha desaparecido. Todo está encogido, la alimentación lo mismo que el espacio visual. La ciudad de Gaza ha perdido su belleza. Vivo cerca de la calle Omar Al-Mokhtar, que va del mar al barrio de Shujaya. La llamaba los Campos Elíseos de Gaza, era la calle principal de la ciudad, con muchas tiendas a ambos lados, y en el terraplén central espacios verdes con lugares para sentarse. Desafortunadamente, esta calle también es completamente gris. La gran torre de Palestina, un edificio de quince pisos que albergaba al Banco de Palestina y a la mayoría de las grandes empresas, no es más que un cadáver con pilares retorcidos, que puede derrumbarse en pocos minutos.

Un héroe desconocido

La tristeza de este paisaje refleja la de nuestros corazones y mentes, abrumados por los recuerdos de la reciente guerra. Ya os he hablado de Oum Chahine, la señora que es un poco la madre de todos en nuestro edificio. Su hija estaba casada con Mohamed Al-Nounou. Doctor en farmacia, era responsable de la farmacia del Hospital de Indonesia. Me gustaba este hombre. Durante la guerra venía a ver a su esposa y a sus hijos, que se habían refugiado con nosotros. Se quedaba una hora con ellos, luego se iba a hacer su trabajo.

Mohamed Al-Nounou es uno de los héroes desconocidos de esta guerra, uno de esos valientes sanitarios y sanitarias que se negaron a dejar su puesto hasta el último momento. Algunos están muertos, otros siguen vivos, muchos de ellos siguen en las cárceles israelíes. Mohamed había decidido quedarse en el hospital, con los pacientes. Cuando el ejército israelí atacó el hospital y les ordenó que se fueran, huyó con varios médicos, pero fue para continuar su trabajo en otro centro, el gran hospital Al-Shifa. También allí Mohamed hizo lo que pudo para aliviar a los pacientes y a los numerosos heridos, sin escuchar a los que le aconsejaban que se refugiara, porque se sabía que el ejército israelí apuntaba a los hospitales.

Se quedó hasta el último minuto. En marzo de 2024, los israelíes atacaron el complejo hospitalario de Al-Shifa por segunda vez. Mataron y capturaron a mucha gente. Mohamed Al-Nounou fue detenido y luego liberado. Los israelíes le dijeron: “Toma el camino del oeste, hacia el mar, y, después, arreglártelas. Se fue con una familia que se había refugiado en el hospital, y que le alojó en una casa a cinco minutos de nuestra torre, diciéndole que podría reunirse con su propia familia allí cuando terminara el asalto al hospital (nuestra torre está cerca de Al-Shifa).

Al día siguiente, quiso echar un vistazo al exterior. Al mismo tiempo, la casa es atacada por un tanque, un dron o un cañón, no lo sabemos. Mohamed, que todavía llevaba su bata blanca, resultó gravemente herido, al igual que otro hombre, herido en la pierna, pero menos gravemente. Sus anfitriones arrastraron a ambos dentro. Mohamed trató de explicarles cómo cuidarlo, pero no tenían forma de hacerlo. Tampoco podían llamar a una ambulancia, a la que habrían disparado, ya que la zona estaba prohibida para todo tráfico.

Sabían lo que era el miedo

Dado que los disparos se intensificaban, la familia que lo alojaba decidió huir a pie, dejándolo en el lugar con el otro herido, porque no podían transportarlo. El miedo les había hecho “subir el corazón a la garganta”, como decimos aquí, para significar un estado de angustia. Llamaron a la esposa de Mohamed para avisarle de que se iban a ir sin él. Porque habíamos llegado al punto en el que parecía normal abandonar a alguien que se está muriendo. De todos modos, la elección era simple: o todo el mundo muere, o solo mueren los heridos. La familia de Mohamed lo entendió y aceptó. Sabían lo que era el miedo y lo que provocaba en los seres humanos.

Por lo tanto, los dos heridos se quedaron solos en medio de las explosiones. El otro hombre, el herido en la pierna, logró arrastrarse fuera de la casa. Mohamed llamó a su esposa. Fue su cuñado quien respondió. Dijo: «Sé que no puedes venir a buscarme ahora, pero aquí está la dirección para cuando los israelíes se retiren, y si todavía estoy vivo”. Añadió: “Me encontraré con Dios ayunando”. Era el mes de Ramadán, y Mohamed era un hombre piadoso. Terminó sucumbiendo a sus heridas, solo en esta casa.

Una fosa común no muy lejos de los Campos Elíseos de Gaza

Hubo que esperar quince días para que se levantara el asedio de todo el barrio y que la familia de Mohamed Al-Nounou pudiera recuperar su cuerpo. Me dijeron que, en el camino, vieron a personas buscar a sus padres entre las decenas de cuerpos tirados en la calle Al-Mokhtar, los Campos Elíseos de Gaza. Todos estos muertos habían intentado huir del asalto israelí y habían sido asesinados por bombas, drones o francotiradores. Los familiares de Mohamed lo encontraron en el suelo, con su bata blanca, y bajo la manta con la que el otro herido le había envuelto antes de irse.

Por teléfono, les había confiado un breve testamento:

“Sé que voy a morir. Me gustaría ser enterrado en la misma tumba que mi madre y mi padre, en el cementerio de Cheikh Radwan. Encontrarás 200 shekels en mi bolsillo. No tuve tiempo de dárselos a personas necesitadas. Le dais 100 shekels a X y 100 a la señora Y.”

Mohamed Al-Nounou no fue enterrado con su padre y su madre, porque el cementerio era inaccesible. Su familia le enterró en una fosa común, no lejos de los Campos Elíseos de Gaza.

Las familias dejaron puntos de referencia, para poder exhumar algún día a sus seres queridos y ofrecerles un entierro digno. Pero será difícil encontrar la fosa común. Este terreno está ahora ocupado por los numerosos desplazados que regresan del sur, porque ya no hay un metro cuadrado libre en Gaza.

Muerte sin sepultura

Mohamed Al-Nounou es uno de los héroes de esta guerra. Miles de otros cuya historia no conocemos, de los que no sabemos cómo murieron, por la bala de un francotirador, destrozados por un misil o murieron de hambre.

Esta historia me rompe el corazón, porque da testimonio de la magnitud del terror que hemos vivido. Este miedo que puede llevar a hombres y mujeres a abandonar a alguien para salvar su piel. O dejar un muerto sin sepultura. El día de octubre de 2023, cuando tuvimos que salir de nuestro edificio asediado por el ejército israelí, a las seis de la mañana, uno de nuestros vecinos fue asesinado por un proyectil. Se había dado la orden de evacuación, las bombas cayeron por todas partes. Todos querían huir hacia el sur. Los hijos de nuestro vecino simplemente envolvieron su cuerpo en una manta y lo escondieron debajo de la escalera, esperando el día en que pudieran volver y enterrarlo como es debido.

Este miedo, lo entiendo, lo he experimentado. Ahmad Al-Atbash, otro vecino, también fue asesinado ese día, durante nuestra huida. Ya no se movía, yo sabía que estaba muerto. Tenía a Walid en brazos, pero estaba fuera de discusión para mí dejar a alguien así. Aunque hubiera francotiradores, aunque pusiera en peligro mi vida y la de mi hijo. Vino uno de sus primos. Le llevaron al hospital Al-Shifa. Pero incluso allí, era un caos. Los cuadricópteros, unos pequeños drones armados, disparaban a las personas que se habían refugiado allí, y todos huían. El suelo estaba lleno de cuerpos.

Más tarde, estos cuerpos fueron enterrados en el patio del hospital. No sabemos quiénes eran estas personas, ni los muertos ni los vivos, pero cada uno tenía un nombre y una historia. El miedo obligó a los vivos a abandonar a los que habían muerto ante sus ojos. No fue por cobardía. Esta gente era valiente. Pero hay circunstancias en las que el miedo te dice: “Es la vida o la muerte, cada uno por sí mismo”.

Ha habido padres que han abandonado a sus hijos, hijos que han abandonado a sus padres, porque está en la naturaleza humana querer sobrevivir. Quienes no han sufrido el terror no tienen derecho a juzgarlos.

17/03/2025

https://orientxxi.info/dossiers-et-series/une-absence-totale-de-couleurs,8100

Traducción: Faustino Eguberri  

* Rami Abou Jamous escribe su diario para Orient XXI. Fundador de GazaPress, una oficina que proporcionaba ayuda y traducción a los periodistas occidentales, tuvo que abandonar su apartamento en Ciudad de Gaza en octubre de 2023 con su esposa Sabah, sus hijos y su hijo Walid, de dos años y medio, bajo la amenaza del ejército israelí. Refugiada desde entonces en Rafah, la familia tuvo que trasladarse a Deir El-Balah y más tarde a Nusseirat, atrapados como tantas familias en este enclave miserable y superpoblado. Un mes y medio después del anuncio del alto el fuego, Rami finalmente está de vuelta en casa con su esposa, Walid y el recién nacido Ramzi. Por este diario de a bordo, Rami recibió el premio de la prensa escrita y el premio Ouest-France en el Premio Bayeux para corresponsales de guerra. Este espacio está dedicado a él (en orientxxi) desde el 28 de febrero de 2024 (en Viento Sur hay publicadas algunas de sus crónicas https://vientosur.info/author/jamous/   ).