satorzulo gorria

El hambre justifica todos los medios

Ciudad de Gaza, 23 de julio de 2025. Naeema, una madre palestina de 30 años, está sentada con su hijo Yazan, de 2 años y que sufre desnutrición, en su casa dañada en el campo de refugiados de Al-Shati, al oeste de la ciudad de Gaza. Más de un centenar de organizaciones humanitarias y grupos de derechos humanos advirtieron el 23 de julio que se estaba extendiendo una «hambruna masiva» en Gaza. Omar AL-QATTAA / AFP

Rami Abu Jamous*//

El domingo 27 de julio nos despertamos con un anuncio del primer ministro israelí diciendo que quería llevar la ayuda humanitaria a Gaza de forma regular, incluso lanzándola por paracaídas. El mundo entero se felicitó: sería el fin de la hambruna.

Desafortunadamente, esto no es así absoluto. Netanyahu solo reaccionó a las protestas que se elevan por todas partes. La elección de esta fecha es significativa: el 27 de julio fue el comienzo de las vacaciones parlamentarias israelíes. La Knesset no tendrá sesiones durante todo el verano. Durante ese período no podrá derrocar al gobierno de coalición. Esta es también la fecha de la conferencia dirigida por Francia y Arabia Saudita en la ONU, donde se discutió la creación de un Estado palestino. Por lo tanto, Netanyahu quiere desviar la atención afirmando que ha comenzado a aliviar el sufrimiento de las y los habitantes de Gaza. Pero solo permitió algunos camiones. Ciento treinta el primer día, cien el segundo. Todos estos camiones fueron saqueados por una población hambrienta. No es nada en comparación con las necesidades. Es una gota de agua en el océano.

Según las Naciones Unidas, se necesitarían más de 700 camiones al día para comenzar a ayudar a la población de Gaza. La hambruna sigue ahí. Puedo atestiguarlo personalmente: hace una semana, en la mañana del 23 de julio, no había nada que comer en casa. Mi hijo Walid y yo nos habíamos acostumbrado a un desayuno mínimo: un trozo de pan con dokka, un polvo de trigo que se suele comer con aceite de oliva. Ahora lo comemos solo, ya no hay aceite… Walid me preguntó: «Papá, ¿me haces un sándwich?” Pero no había pan ni dokka.

Si mamá ha podido hacer comida, eso es una gran hazaña

Fue un desastre para mí: era la primera vez que no tenía nada con qué alimentar a mi hijo, cuando soy uno de los pocos afortunados que pueden permitirse comprar de vez en cuando un kilo de harina y dokka. Pero no había nada en el mercado.

De todos modos quedaban algunas lentejas, que cocinamos para Walid. Al día siguiente, conseguí encontrar harina, más lentejas y un poco de dokka. Esta es nuestra comida desde hace diez días: un trozo de pan y un poco de dokka por la mañana, prioritariamente para Walid. Hay cientos de miles de familias cuyos niños ni siquiera tienen acceso a esto. Al final del día, cuando vuelvo de la oficina, hacemos una sopa o un plato de lentejas, por lo general. Es nuestra única comida del día. Se ponen trozos de pan en las lentejas, para darnos la impresion de que estamos saciados.

Lo que me gusta de Walid es que no se queja. Después de diez días de esta dieta, nunca ha dicho: «Me he cansado de comer esto, papá”. Si ve a alguien comiendo plátanos en YouTube, ya no me pide plátanos, dice: “Inch’Allah, tendremos plátanos cuando abran las terminales”. No sabe lo que es un terminal, es una palabra que escuchó pronunciar y que significa para él que la comida estará disponible. Cuando llego a casa por la mañana y por la noche, viene a mis brazos y me dice: “Mamá ha hecho la comida”. Y está contento. Creo que sabe que estamos viviendo una hambruna, y que es una gran hazaña que mamá haya podido hacer la comida.

La palabra tiene que salir de la boca de un occidental para que la gente se mueva

Tengo lágrimas en los ojos por no poder proporcionar a mi hijo mas que lo mínimo. Al mismo tiempo, me considero afortunado de que mi hijo pueda tener un trozo de pan y un plato de lentejas. A diferencia de muchos niños apenas mayores que él, Walid no tiene que recorrer el barrio, con una olla o un plato en la mano, para mendigar comida, ni hacer cola frente a una de las últimas tekiya, las cocinas comunitarias, ni frente a un punto de distribución de agua, con un bidón o un balde en la mano. Decenas de miles de niños lo hacen todos los días. Esto es, una hambruna.

La palabra tiene que salir de la boca de un occidental para que la gente se mueva. Doy las gracias a la Agencia France-Presse, porque gracias a su tribuna el mundo se ha movilizado. Porque, cuando es un gazatí quien lo dice, no cuenta. Porque nosotros, los habitantes de Gaza, no podemos ser periodistas, ¿no es cierto? O estamos a favor de Hamás, o estamos intimidados por Hamás, y de todos modos estamos haciendo propaganda. Pero cuando es una agencia internacional, es fiable. La tribuna de la AFP lanzó el movimiento, y luego las fotos de niños esqueléticos comenzaron a circular. Pero la propaganda israelí continúa. Siempre invierte la realidad: “No hay hambruna, es Hamás quien desvía la ayuda”. Además, todo lo que está pasando en Gaza es hecho por Hamás. Es Hamás quien mata a las personas que vienen a buscar ayuda a los puntos de distribución. No se distribuye ayuda, se distribuye la muerte.

A pesar de todo, la gente, los medios de comunicación, siguen teniendo miedo de usar la palabra hambruna. Hay que decirles que no debemos esperar a que todos mueran para decir que la hambruna está presente. Es la misma polémica que con la palabra “genocidio”. ¿Hay que esperar a que todos estén muertos en Gaza para pronunciarlo?

Quienes no quieren escuchar a los palestinos, ¿por qué no escuchan a los líderes israelíes? Ellos mismos dicen que quieren hambrear a la población palestina. El ministro de guerra dijo que su ejército estaba utilizando ayuda humanitaria para trasladar a la población de Gaza al sur del enclave. Habló de “ciudad humanitaria” para designar un campamento donde quiere amontonar a 700.000 personas bajo tiendas de campaña, antes de hacerlas irse al extranjero. Los ministros de extrema derecha afirman claramente que hay que matar de hambre a la población de Gaza. Rechazan la entrada de la ayuda humanitaria.

Debido a la hambruna, cada vez más personas son asesinadas frente a los centros de distribución. Hoy en día, hay cientos de miles tratando de conseguir algo en estos lugares. Todo el mundo prueba suerte, incluso los que pueden permitirse comprar a un precio alto, porque casi no hay nada en los mercados.

Hemos entrado en la ley de la jungla

La hambruna trastorna a las sociedades. Los franceses saben qué papel jugó la falta de pan en 1789. La hambruna puede terminar en revolución. Pero antes de eso, cambia las costumbres. No se llena un estómago vacío con reglas de conducta social ni con leyes. Lo llenamos con pan. A quienes saqueaban los camiones de ayuda, al principio, se les llamaba ladrones. Hoy en día, se dice que solo quieren sobrevivir. Por supuesto, siempre hay clanes, bandas organizadas que se dedican al saqueo y revenden la ayuda humanitaria en el mercado negro. Esto es exactamente lo que buscan los israelíes: caos de seguridad, caos humanitario, caos psicológico. Cuando la policía de Hamás quería proteger los camiones, el ejército israelí los bombardeaba, porque quiere que los camiones sean atacados por bandas, o incluso por toda la población. Ved esas imágenes de miles de personas esperando el paso de los camiones. Hemos entrado en la ley de la jungla. El más fuerte se sirve, el menos fuerte no tiene nada.

En estas multitudes, ya no sabemos quién es quién. ¿Clanes? ¿Hambrientos que solo quieren alimentar a su familia? ¿O revender la comida? Esta confusión destruye la sociedad. Recibo cientos de llamadas telefónicas todos los días de personas que ya no pueden alimentar a sus hijos, que demandan: “Ramy, si pudiéramos tener aunque sea solo un kilo de harina”. Las necesidades son demasiado grandes para que podamos ayudar a todos. Una familia media en Gaza es de siete personas. Alimentarlos no está al alcance de nadie en Gaza, excepto con ayuda humanitaria. Los israelíes utilizan el arma del hambre, porque saben bien que el hambre justifica todos los medios. Los gazatíes están dispuestos a todo por un saco de harina, para hacer pan con ella o para venderlo en el mercado negro a precios desorbitados. Todo el mundo está en modo supervivencia. Y el verdugo nos tira trozos de pan. Hacen que toda la población de Gaza juegue a estos Juegos del Hambre de los que ya he hablado.

Nos vamos a matar entre nosotros

Llevamos casi dos años viviendo una limpieza étnica, un genocidio: desplazamientos continuos, bombardeos, niños destrozados, decapitados, familias enteras calcinadas o enterradas bajo los escombros. Pero lo que estamos viviendo estas dos últimas semanas sin poder alimentar a nuestros hijos es, sin duda, el peor momento. Por eso la prioridad ahora es traer ayuda humanitaria, para evitar que nuestra sociedad se hunda. Los israelíes nos empujan a la rebelión contra nosotros mismos. Nos vamos a matar entre nosotros. No hemos llegado al canibalismo, como ha sucedido en sociedades inmersas en el hambre. Pero cada uno mira por sí mismo. En los ataques contra los convoyes de ayuda vemos a la gente luchando con cuchillos, con cutters. Regularmente hay heridos. Todo el mundo quiere hacerse con un saco de harina, que marcará la diferencia entre la vida y la muerte para su familia.

Antes, durante los bombardeos, durante los desplazamientos, estábamos todos juntos, construíamos campamentos improvisados juntos, nos ayudamos mutuamente. Ahora, la prioridad es la familia nuclear. Ciertamente, sigue habiendo vida social, siempre hay gente a nuestro alrededor. Al mismo tiempo, enterramos a nuestros seres queridos, a nuestros vecinos. Pero se puede agredir a alguien, o incluso matarlo, para quitarle su saco de harina. Repito, el hambre justifica los medios. Esta imagen de la humillación es la que los israelíes quieren mostrar al mundo entero. La hambruna es realmente el arma fatal.

Todo esto tiene que parar. La ayuda humanitaria debe pasar de forma continua, regular y fluida. Netanyahu habla de suspender las operaciones militares en la ciudad de Gaza, Deir El-Balah y Al-Mawasi, pero la ayuda humanitaria debe pasar a las zonas rojas [las zonas bajo orden de desplazamiento]. Todo lo demás es propaganda israelí, para decir que estamos haciendo algo. E incluso en los lugares donde dicen suspender las operaciones militares de 10 a.m. a 8 p.m., esta decisión se incumple regularmente. Han bombardeado la ciudad de Gaza, Deir El-Balah, Al-Mawassi. Hubo varias muertes. Todo lo que dicen los israelíes es solo para el consumo internacional.

Lo que hacen pasar, y de una manera humillante, no es suficiente para suprimir el hambre. Se necesita presión de todo el mundo para que las ONG internacionales y las Naciones Unidas entren la ayuda humanitaria. Hay 400 centros de distribución de ayuda humanitaria en la Franja de Gaza, mientras que esta Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), a la que yo llamo “Fundación Criminal de Gaza”, tiene solo cuatro puntos de distribución. Para 2,2 millones de personas. Es realmente una farsa.

Espero que no sea demasiado tarde para nuestra sociedad, que mantenga los valores que reinaban en Gaza y Palestina en general. Espero que ningún niño más muera de hambre.

Martes 29 de julio de 2025.

https://orientxxi.info/dossiers-et-series/la-faim-justifie-tous-les-moyens,8412

* Rami Abou Jamous escribe su diario para Orient XXI. Fundador de GazaPress, una oficina que proporcionaba ayuda y traducción a los periodistas occidentales, tuvo que abandonar su apartamento en Ciudad de Gaza en octubre de 2023 con su esposa Sabah, sus hijos y su hijo Walid, de dos años y medio, bajo la amenaza del ejército israelí. Refugiada desde entonces en Rafah, la familia tuvo que trasladarse a Deir El-Balah y más tarde a Nusseirat, atrapados como tantas familias en este enclave miserable y superpoblado. Un mes y medio después del anuncio del alto el fuego, Rami finalmente está de vuelta en casa con su esposa, Walid y el recién nacido Ramzi. Por este diario de a bordo, Rami recibió el premio de la prensa escrita y el premio Ouest-France en el Premio Bayeux para corresponsales de guerra. Este espacio está dedicado a él (en orientxxi) desde el 28 de febrero de 2024 (en Viento Sur hemos publicado algunas de sus crónicas).

Traducción: Faustino Eguberri

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Ciudad de Gaza, 26 de junio de 2025. Zapatos manchados de sangre con los cuerpos de las personas asesinadas durante los ataques israelíes de la noche, en la morgue del hospital Al-Shifa en la ciudad de Gaza. Omar AL-QATTAA / AFP[/caption]

Domingo 13 de julio de 2025

“Walid sale poco a poco del mundo imaginario que había creado para él”

Rami Abou Jamous*

 – Papá mira, hay un helicóptero sobre nosotros
– Sí, Walid, lo he visto. Es bonito.
– No, papá, no es para los paracaídas, es para los tartificios [fuegos artificiales].
– Sí, pero incluso los tartificios son bonitos, ¿verdad?
– Papá, estos artefactos hacen mal. Destruyen casas. Mira lo que hicieron la última vez. Destruyeron casas.
– Pero no Walid, no son destrucciones de casas, son fuegos artificiales. Es un error.
– No, papá, voy a llamar a la policía. Tienen que detener los tartificios.

Esta es la conversación que tuve con mi hijo Walid el otro día. Desde hace algún tiempo, drones y helicópteros giran sobre nosotros, los vemos muy bien desde nuestro noveno piso en el centro de la ciudad de Gaza, uno de los pocos edificios que se han mantenido en pie. Mientras discutíamos, un misil había partido de uno de los helicópteros con un silbido. Lo vimos destruir parte de un edificio a unos cientos de metros del nuestro.

Esto es lo que Walid llama, en su francés infantil, “tartificios”. Desde el comienzo de la guerra le hice creer que los misiles y las bombas eran solo fuegos artificiales. Pero a medida que se acerca a sus cuatro años, comienza a comprender que estos «fuegos artificiales» pueden ser peligrosos, y que los helicópteros no están ahí para lanzar ayuda humanitaria en paracaídas, como hicieron los aviones al comienzo de la invasión israelí. Por eso quería llamar a la policía: este helicóptero no utilizaba bien los fuegos artificiales, los utilizaba para destruir casas. Walid sale poco a poco del mundo imaginario que había creado para él, para evitarle la realidad mortal que estamos viviendo.

La ley colonial impone el orden del juego

Al mismo tiempo, concibe que debe haber una forma de justicia en la tierra. Quería “llamar a la policía” para hacer valer el derecho. Le gustan los helicópteros, sueña con subirse algún día a uno de ellos para lanzar fuegos artificiales y soltar paracaídas. Pero esta vez pensó que este helicóptero estaba abusando. La justicia es algo innato en los seres humanos, es universal. Pero no cuando se trata de los palestinos. Hemos vivido la injusticia desde 1948. Esta vez, se manifiesta a la luz del día. Occidente ya no busca ocultarlo bajo relatos de propaganda. Ya no cierra los ojos.

No hablo de las personas, entre las poblaciones occidentales, que se manifiestan por la justicia y por los palestinos. Para la mayoría de los líderes, la injusticia se ejerce contra Israel. Francia e Italia han autorizado al avión de Netanyahu a sobrevolar su espacio aéreo, ignorando así la orden de detención de la Corte Penal Internacional (CPI) en su contra. No solo no lo detenemos, sino que seguimos apoyándole entregando material militar. Por otro lado, Microsoft está despidiendo a los empleados que se habían manifestado por Gaza. Los bancos impiden que las asociaciones envíen fondos a Gaza. Estados Unidos sanciona a los magistrados de la CPI y a todos los que no aprueban a Israel.

Recientemente han añadido a su lista a Francesca Albanese, la reportera especial de la ONU, una de las pocas personalidades de estatura internacional que denuncia un genocidio en la Franja de Gaza. Es castigada porque ha dicho la verdad. Poco a poco descubrimos la realidad de estos «valores» de los que Occidente nos habla sobre todo cuando viene a conquistar nuestros territorios: «Queremos liberarte de la injusticia, darte democracia y derechos humanos», han dicho siempre los líderes occidentales. Hemos entendido que son solo palabras, que el verdadero motor es el beneficio. Vemos claramente que ni esta justicia ni esta democracia existen, y que es la ley colonial, la del más fuerte, la que impone el orden del juego.

Esto es exactamente lo que hace el ejército de ocupación. El 7 de octubre fue un gran regalo para Israel, le permite hacer hoy lo que no ha podido hacer desde 1948: expulsar a toda la población palestina de Gaza. El debate sobre el uso o no de la palabra genocidio oculta la realidad del proyecto israelí: la deportación por la fuerza de toda la población de Gaza. Y si no funciona con la fuerza, funcionará con aún más fuerza. Es decir, más masacres, carnicerías, “israelerías” para mover a los habitantes de Gaza.

Ni una ciudad, ni humanitario: un campo de concentración

Recientemente, el ministro de Defensa israelí, más bien el ministro de guerra, anunció la voluntad de crear una «ciudad humanitaria» en Rafah. Ya no hay vida en Rafah, no hay un solo edificio en pie. Los israelíes la han convertido en un terreno baldío, precisamente para construir esta “ciudad humanitaria”. Acogerá, según el ministro, a 600.000 personas en un primer momento, con la posibilidad de llevar allí, con el tiempo, a toda la población de Gaza. Estas 600.000 personas son los habitantes de Gaza que viven en la “zona tampón” decretada por Israel, de dos o tres kilómetros de ancho en la frontera que separa Gaza de Israel. En otras palabras, alrededor del 40% de la superficie de Gaza se ha convertido en tierra de nadie.

Esta ciudad no es ni una ciudad ni humanitaria: no tendrá ninguna de las infraestructuras de una ciudad real. Será un campo. Las entradas serán filtradas. Los miembros de un partido o facción no podrán entrar. La entrada será “voluntaria”, pero, una vez que estemos allí, no podremos salir, excepto para exiliarnos en un país extranjero. Una decisión que también será “voluntaria”.

El ministro espera cubrir su plan con un barniz legal, como siempre lo ha hecho Israel. Incluso allí, abogados, asociaciones y ahora personalidades políticas han dado su verdadero nombre a este proyecto: «Lo siento, pero es un campo de concentración», dijo el 13 de julio el ex primer ministro Ehud Olmert en una entrevista con el diario británico The Guardian, y agregó: «No se puede entender esta estrategia de otra manera. No pretende salvar a los palestinos, sino deportarlos, empujarlos, echarlos”.

Estas palabras – «campo de concentración», «deportación» – pesan mucho cuando son pronunciadas por un político israelí. No hay duda de que mucha más gente los usará cuando no quede nadie en Gaza, porque todo el mundo habrá sido asesinado o deportado. Y en ese momento, el mundo añadirá: “Fue un genocidio”.  Un genocidio sin precedentes en nuestro siglo.

La única etnocracia del próximo Oriente

Walid todavía cree en una justicia que pueda evitar los “tartificios”. Los que gobiernan el mundo no  creen en ella. Un niño de cuatro años puede distinguir entre el bien y el mal, ellos no. Occidente, y en primer lugar Estados Unidos, quiere hacer creer al mundo que todo lo que Israel hace contra la población palestina es culpa de los palestinos. Según esta narrativa, Israel busca principalmente mejorar la vida de los palestinos. Es Hamás quien toma como rehenes a los 2,3 millones de habitantes de Gaza. Se destruyen los hospitales por culpa de Hamás, las infraestructuras por culpa de Hamás, las escuelas por culpa de Hamás, las universidades por culpa de Hamás. Se destruyen 2,3 millones de personas a causa de Hamás, y porque en 2006 los palestinos votaron por Hamás. Fue Occidente quien instó a los palestinos a celebrar elecciones legislativas, pero cuando Hamás ganó, Occidente no aceptó la democracia, porque el resultado de las elecciones no le convenía. Me hace sonreír escuchar que Israel es “la única democracia de Oriente Medio”. Deberíamos hablar más bien de “etnocracia” frente a un país que se definió a sí mismo, por una ley de julio de 2018, como “el Estado-nación del pueblo judío”.

Por mi parte, aconsejo a los occidentales, si quieren acercarse a la realidad, que digan que Israel es “el único Estado etnocrático del Próximo Oriente”. Y en nombre de la etnocracia, este Estado bien organizado encarcela, mata, tortura, ocupa territorios y planea expulsar a los palestinos de su tierra. La población de Gaza está super agotada. De un desplazamiento a otro, de un bombardeo a otro, de una masacre a otra, de un genocidio a otro. Vive una hambruna que se acelera con, como único remedio, las limosnas del verdugo que pretende darnos de beber y de comer, solo para jugar con nosotros a los juegos del hambre: en los centros de distribución, los más fuertes pueden atrapar una caja de comida, los más débiles son asesinados por las balas y los proyectiles del ejército israelí emboscado.

Esto tiene lugar ante los ojos de todo el mundo, un mundo en el que la mayoría de la gente no tiene ni los ojos ni el corazón de Walid para distinguir entre el bien y el mal.

https://orientxxi.info/dossiers-et-series/walid-sort-petit-a-petit-du-monde-imaginaire-que-j-avais-cree-pour-lui,8385

* Rami Abou Jamous escribe su diario para Orient XXI. Fundador de GazaPress, una oficina que proporcionaba ayuda y traducción a los periodistas occidentales, tuvo que abandonar su apartamento en Ciudad de Gaza en octubre de 2023 con su esposa Sabah, sus hijos y su hijo Walid, de dos años y medio, bajo la amenaza del ejército israelí. Refugiada desde entonces en Rafah, la familia tuvo que trasladarse a Deir El-Balah y más tarde a Nusseirat, atrapados como tantas familias en este enclave miserable y superpoblado. Un mes y medio después del anuncio del alto el fuego, Rami finalmente está de vuelta en casa con su esposa, Walid y el recién nacido Ramzi. Por este diario de a bordo, Rami recibió el premio de la prensa escrita y el premio Ouest-France en el Premio Bayeux para corresponsales de guerra. Este espacio está dedicado a él (en orientxxi) desde el 28 de febrero de 2024 (en Viento Sur hemos publicado algunas de sus crónicas).

Traducción: Faustino Eguberri