Mejd Azzeh//

Soldados israelíes cacheando a un palestino que transportaba sus pertenencias en el campo de refugiados de Tulkarem, el 29 de mayo de 2025.
Cuando crucé las calles devastadas del campo de refugiados de Tulkarem [al borde de la línea verde] al día siguiente de una incursión militar en noviembre pasado, el aire estaba cargado de polvo de las casas demolidas y las calles arrasadas con una excavadora. Soy director para Palestina de 1for3, una organización sin ánimo de lucro con sede en Boston que trabaja en las comunidades de refugiados palestinos. Estaba en Tulkarem para reunirme con nuestro equipo de trabajadores de salud comunitarios en el centro al-Awda. El director del centro guió a nuestro pequeño grupo a través del campamento para mostrarnos los daños causados por el ejército israelí.
Después de seguir la guerra de Israel contra Gaza en la televisión e Internet desde mi casa en Belén, fue extraño ver con mis propios ojos escenas de destrucción similares en Cisjordania. Pero al cruzar el campamento de Tulkarem, vimos a residentes de todas las edades, que aún podían sonreír, limpiar los escombros o preguntar por sus vecinos ancianos para ver si necesitaban algo.
La salud es indisociable de la política, especialmente en un campo de refugiados como el de Tulkarem. Las y los refugiados no deben ser tratados como víctimas o beneficiarios pasivos de la ayuda, sino como expertos en su propia situación. Si tienen los recursos y el espacio necesarios, pueden liderar el establecimiento de sistemas de cuidados a la vez anclados en su cultura y sostenibles. Cuando el acceso a la atención sanitaria se ve obstaculizado por dificultades económicas, ataques militares, puestos de control y otras restricciones a la libertad de circulación, las y los trabajadores sanitarios comunitarios desempeñan un papel fundamental. Al llenar las lagunas de un sistema de salud fracturado, brindan atención domiciliaria, se encargan de enfermedades crónicas, brindan atención pediátrica y proporcionan apoyo psicosocial. En Tulkarem también se han convertido en figuras clave de la cohesión comunitaria y de las respuestas de emergencia.
En un contexto en el que la violencia sistémica tiene como objetivo fragmentar y aislar a las poblaciones, el trabajo comunitario en el ámbito de la salud se ha convertido en una forma de resistencia. No es solo un modelo de supervivencia, sino una forma de afirmar el derecho a una vida digna. A pesar de los esfuerzos israelíes por hacerles desaparecer y desplazarles, los miembros de la comunidad permanecen, se adaptan y se apoyan mutuamente. Después del desplazamiento masivo de más del 80% de la población de los campos de refugiados de Tulkarem y Nur Shams [a 3 km al este de Tulkarem] en febrero de 2025, los habitantes de la ciudad de Tulkarem abrieron sus puertas a estos recién llegados de los campamentos.
El pasado mes de septiembre, durante una incursión militar israelí en el campamento, uno de nuestros trabajadores de salud comunitaria recibió una herida de bala mientras rescataba a uno de sus colegas y protegía a los residentes. Pasó varios meses en el hospital para recuperarse de sus heridas. Su historia no es excepcional, pero refleja los riesgos diarios a los que se enfrentan las y los trabajadores sanitarios comunitarios.
Después del acuerdo de alto el fuego en Gaza en enero de 2025, los campos de refugiados palestinos de Cisjordania han conocido los ataques más violentos en una generación. Las incursiones militares, las demoliciones de casas, las detenciones masivas y los asesinatos se han convertido en algo común /1. Desde el lanzamiento de la Operación «Muro de Hierro» por parte de Israel, se han instalado casi 900 puestos de control militares, paralizando el tráfico entre las ciudades palestinas y cortando el acceso a la atención médica y los servicios esenciales. Israel también ha establecido acantonamientos militares en los campamentos.
Dado que los hospitales son inaccesibles, las visitas a domicilio de las y los trabajadores sanitarios comunitarios, a menudo ellos mismos también desplazados, se han vuelto más importantes que nunca. También organizan, arriesgando sus vidas, relaciones entre la Media Luna Roja y las fuerzas armadas para permitir que las ambulancias transporten a personas mayores, heridas y discapacitadas a lugares seguros.
La violencia no solo amenaza con romper vidas individuales, sino también las estructuras de atención y apoyo que mantienen la cohesión de las comunidades. La ciudad de Belén se enfrenta ahora a amenazas similares a las que pesan sobre Tulkarem y otras zonas de Cisjordania: se observa un aumento de las actividades militares y de las inscripciones en las paredes de las casas, que pronto podrían ser destruidas para dar paso a nuevas carreteras reservadas a las y los colonos /2 . Pero no nos rendiremos. Como dijo uno de los trabajadores de salud de la comunidad: “Nuestra comunidad es todo lo que tenemos. Incluso cuando ya no nos queda nada, estamos ahí los unos para los otros. Y mientras esto sea cierto, encontraremos la manera de continuar”.
* Mejd Azzeh es el director para Palestina de 1for3, una organización sin ánimo de lucro con sede en Boston que trabaja en las comunidades de refugiados palestinos. (Artículo publicado en la London Review of Books el 27 de mayo de 2025; traducción de la redacción A l’Encontre)
https://alencontre.org/divers/cisjordanie-occupee-nous-nabandonnerons-pas.html
31 de mayo de 2025
Traducción: Faustino Eguberri
Notas
1/ Ver en la web alencontre.org el artículo publicado el 28 de mayo. https://alencontre.org/divers/israel-cisjordanie-en-une-semaine-une-nouvelle-colonie-efface-toute-une-communaute-palestinienne.html (Red.)
2/ El gobierno israelí anunció el 29 de mayo la instalación reconocida de 22 nuevas colonias en Cisjordania, 9 llamadas nuevas y 13 puestos de avanzada llamados ilegales transformados en asentamientos reconocidos. Luis Lema, en Le Temps del 30 de mayo, escribe: “Del río al mar. El anuncio de Israel, el jueves, de la creación de 22 nuevos asentamientos en territorio palestino no debe nada al azar. Forma parte de la voluntad, ya expuesta por las autoridades israelíes, de crear un Estado de Israel cuyas fronteras se extendieran desde el Mediterráneo hasta el Jordán. Estratégicamente establecidos en los cuatro rincones de Cisjordania, desde el extremo sur hasta el extremo norte, cerca (del lado palestino) del muro de separación o pegados al Jordán y a la frontera con Jordania, estos asentamientos son un avance “histórico”, dicen sus diseñadores. “Una oportunidad que solo se ofrece una vez por generación”. (Red.)